No, este no será un repaso por la historia del branding, pero sí hablaremos de su
nacimiento.
El branding, en su definición más estricta, es la creación de marca y lo primero que siempre
imaginamos son logotipos, isotipos, imagotipos, colores y formas de todo tipo. Pero una
marca antes de nacer en colores, nace en palabras, porque el primer paso del branding es
el naming.
Un proceso democrático que cualquiera podría hacer, no hace falta ser experto en naming
para tener buenas ideas de nombres, pero sí debemos tener y conocer procesos de
creación de nombre para evaluar la calidad, funcionalidad y efectividad de las propuestas.
Evaluar un nombre es complicado y venderlo aún más. No es un entregable físico y al final
de la junta cliente sale solo con un par de palabras en la mente o escritas en un papel. Por
eso es importante que llevemos de la mano a quien será el dueño de la marca, por el
proceso de investigación y creativo que existe detrás del nombre. Explicarle que un nombre
no se evalúa como un todo, debe entenderse como una parte de la marca, el ejemplo
perfecto es Apple, seguramente nadie compraría este nombre a la primera, pero ahora vale
millones.
La mejor forma de evaluar un nombre es tener claridad en cómo queremos que suene la
marca, queremos que suene alegre, infantil, seria, conceptual, etc. El sonido que hacemos
al pronunciar el nombre es otro punto importante junto con la claridad, no debe haber
confusión en cómo pronunciarlo o leerlo. También las letras que lo forman toman parte
importante en la evaluación porque pueden facilitar el logotipado. Después de eso lo mejor
es hacerle caso a nuestra corazonada, porque la marca tiene que llevar la esencia de quien
la crea.
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